OPINIÓN La apuesta al consumo que ha realizado nuestro gobierno, que ya lleva más de once años en ejercicio, y que sostiene hoy...tiene consecuencias económicas, culturales y políticas que trataremos de desentrañar en este texto. Por:Laura García Vazquez - Proyecto Sur Bahía Blanca en la Corriente Emancipación Sur ConsumoNO ES CONSUMO LO QUE NECESITAMOS EN EL SIGLO XXI sino derechos humanos y sociales y calidad de vida "Si bien las transiciones postextractivistas apuntan a una mayor calidad de vida, sin duda ese futuro será más austero. Los actuales niveles de sobreconsumo, especialmente aquel que es superfluo y banal, deben ser abandonados. La calidad de vida deja de ser entendida como una simple acumulación de bienes materiales, para ser ampliada a dimensiones culturales, afectivas, espirituales, etc.; y la opulencia ya no es motivo de festejo." Eduardo Gudynas "La moto que ven a mis espaldas, que es la YBR 125, que está incluida en Precios Cuidados, que tiene ya un 35 por ciento de componentes nacionales, su precio es 18.000 pesos y se puede adquirir con Tarjeta Argenta y con créditos del Banco Nación, así que a ponerse las pilas; es la moto que más se vende para todos los chicos y chicas, repartidoras de delivery, así que ya saben – los de la competencia me van a matar, pero no importa- acá hay que vender y consumir, muchachos." Cristina Fernández de Kichner El consumo, por sí mismo, no equivale a derechos ni a calidad de vida. Y además, no podemos dejar de señalarlo, es tremenda y dolorosamente desigual su manera de repartirse. La apuesta al consumo que ha realizado nuestro gobierno, que ya lleva más de once años en ejercicio, y que sostiene hoy en día como lo demuestra la cita de nuestra presidenta, tiene consecuencias económicas, culturales y políticas que trataremos de desentrañar en este texto. El consumo no nos permitió luchar contra el Neocolonialismo como forma de dominación, ya que los ejes por donde pasa nuestra soberanía no han sido modificados: por el contrario el consumo se asocia al bienestar propio y material, individual en vez de social, y no a la posibilidad de defender nuestros mal llamados recursos naturales, o sea, los bienes comunes que, en todo caso, deberían utilizarse para beneficio de los más desfavorecidos, es decir, por ejemplo, todos los argentinos tendrían vivienda digna a cambio de su utilización, cuestión muy distante de la realidad. El consumo no nos permite defender el trabajo, ya que un modelo basado en el mismo, no tiene previsibilidad sino que apuesta a la necesidad inmediata. No se piensa en trabajo de calidad y condiciones favorables perdurable en el tiempo. No existe el planteamiento sobre la reconversión tecnológica. Abundan las empresas extranjeras intensivas en capital pero no así en empleo. No hay pensamiento estratégico, ni realmente colectivo y democrático. Haber desarrollado un conjunto de empresas nacionales, que trabajaran con nuestros saberes y bienes, humanos y materiales, que además de nacionales y estatales, fueran públicas como forma de democratizar sus intereses y haber impulsado el desarrollo de cooperativas reales y productivas donde el esfuerzo sea realmente compensado con el beneficio hubiera posibilitado otra relación entre los argentinos y el trabajo hubiera señalado un camino de dignidad para los trabajadores y trabajadoras. El consumo no nos permitió detener la extranjerización de la economía que se siguió profundizando en la era del capital transnacional y globalizado. Una economía extranjerizada siempre va a estar al servicio de intereses foráneos y no de los propios. El consumo no nos permitió disminuir la precarización laboral y la desigualdad entre trabajadores. No es casualidad que el trabajo señalado por la presidenta, el de los cadetes, es uno de los trabajos más precarizados en la Argentina. Es cierto que muchos trabajadores y trabajadoras utilizan las motos como medio de transporte pero también es cierto que este hecho aumentó notablemente en los último años mientras empeoró notablemente el transporte público en la mayoría de las ciudades del interior. Una vez más, se priorizaron las ganancias privadas y extranjeras por sobre la calidad de vida de la población. Un servicio de transporte público de calidad y en la cantidad suficiente, generado en el mismo país hubiera generado empleo de calidad y permanencia en el tiempo, Ahorraríamos energía, y no habría la cantidad de accidentes que se producen, sabiendo que en muchos de ellos se pierden vidas humanas, lo que constituye un daño irreparable e injustificable. la única culpa recae en el mal manejo, individual de nuevo, en vez de pensar las condiciones generadas por la ineficiencia y ausencia del transporte público. Lo mismo sucede en las rutas debido a la falta del sistema ferroviario, que, una vez más, se intenta emparchar con vagones nuevos traídos desde China. El rol de la política y su validez como herramienta de transformación social vuelve, una vez más a estar en juego. Claudio Katz describe este modelo de forma inmejorable cuando sostiene: "La recuperación cíclica de la última década reforzó, además, la concentración y extranjerización de la industria. Como se mantuvo una ley de inversiones extranjeras que otorga total libertad para remitir utilidades, el grueso de las ganancias fueron giradas a las casas matrices. Las empresas trasnacionales controlan la mayor parte de la actividad industrial y no realizan transferencias de tecnologías. Como el mercado argentino es marginal a sus estrategias globales, el nivel de reinversión local es muy bajo. El gobierno no sólo convalidó este escenario, sino que promovió un innecesario boom automotriz. El contraste entre esa expansión y el desplome del sistema ferroviario retrata hasta qué punto estuvieron invertidas las prioridades del desarrollo." El espejismo del "neodesarrollismo" parece haberse terminado, pero la cuestión no es económica sino política, cultural, y social. De la sociedad que podamos construir, con solidaridad y sin hipocresía, con sinceridad y sin mezquindades, con la defensa de nuestra tierra sabiendo que el agua vale más que el oro y que por lo tanto no podemos ni contaminarla ni malgastarla en nombre del desarrollo, con la conciencia de que sólo con soberanía podemos cuidar realmente el medio ambiente, lo que equivale a defender la vida en nuestro suelo y en todo el planeta, partiendo de naciones libres y soberanas, teniendo hombres y mujeres que viven de su trabajo y no del trabajo de otros, generando verdadera igualdad en derechos humanos y sociales.