OPINIÓN Oportuno análisis de la coyuntura, mas allá de los relatos, la agenda de los medios y del bipartidismo devenido en partidocracia decadente. apunta a los ejes sobre los cuales podemos pensar en una necesaria alternativa. Por: Laura García Vázquez JpegEs la realidad, no los relatos. Es la realidad, no lo que dicen los medios. Es la realidad, no una cultura que se ha vuelto experta en distraernos la que mantiene esa vigencia. Es la realidad total, no la parcial, la realidad que vivimos todos a diario, más allá de lo que queramos ver, o de lo que nos quieren mostrar, más allá de un bipartidismo convertido en partidocracia en decadencia donde la situación permanentemente enmascara la crisis política, incluyendo el tema de la representación. Gobierno y oposición ¿Es el propio accionar del gobierno o el relato que construyó de sí mismo lo que pareciera impedir la construcción de una alternativa emancipadora? ¿Es el poder que ostenta? ¿O es la impresentable gran mayoría de la oposición que nos ha hecho valorar este gobierno como el "mal menor" o "lo que se puede" y negar la vigencia de la necesidad de construir una alternativa a favor del pueblo? En esos dilemas se han pasado estos casi 12 años de kichnerismo que han cambiado la realidad de nuestro país. El proyecto de poder del kichnerismo ha demostrado una gran habilidad para conducir nuestros destinos y eso lo reconocemos, pero la realidad nos demuestra que a la hora de evaluar los resultados el problema no lo constituye "lo que falta" como ellos mismos relatan sino lo que se hizo, aunque algunas de las medidas tomadas beneficiaron a cantidades importantes de argentinos, casi exclusivamente en materia económica que, por supuesto, a veces esto resulta imprescindible para mantener la vida. Por supuesto no reconocen que el crecimiento de la economía, que conservó la desigualdad existente se realizó gracias a la suspensión de los pagos de la Deuda Externa y a la devaluación que disminuyó drásticamente los salarios, dos medidas de gobiernos anteriores: Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde para ser más precisos. No es precisamente por vía de la economía que construiremos un país soberano y una sociedad plena que priorice la justicia, con derechos humanos integrales garantizados para todos y todas y donde la prioridad sea proyectar un modelo de desarrollo acorde a las necesidades de las personas y no a los beneficios de las empresas, camino que lleva al consumismo, al individualismo y a una gran irresponsabilidad social con respecto a las futuras generaciones. En definitiva, no podemos culpar a nadie de lo que no hemos podido enfrentar, y por suerte seguimos a tiempo de hacer real nuestro objetivo en los próximos años. El sentido de las palabras y el discurso de Cristina Kichner en el Congreso Sin duda esta larga década ha contribuido a vaciar de sentido las palabras, tanto que cuesta saber fehacientemente de qué estamos hablando cuando hablamos. Qué nombramos con las palabras Patria, Soberanía, Nacional, Popular, Justicia, Memoria, Militante, Honestidad, Política, Nación, República, Pueblo y podríamos seguir la lista. Escuchando las palabras de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de nuestra presidenta queremos aclarar en principio dos cuestiones que atraviesan todo el discurso: En primer lugar es imposible para el que escucha dar sentido a las afirmaciones de cifras permanentemente fuera de contexto, que pasan por encima de la inflación, del crecimiento demográfico, y que nunca brindan porcentajes, es decir, imposible entender el alcance real de las mismas. En segundo lugar no acordamos con una clave del modelo que es el papel que se le da al consumo y a cómo sostenerlo o hacerlo crecer ya que eso no significa de por sí que la población tenga asegurados derechos humanos fundamentales básicos. Dicho esto tenemos algunas consideraciones sobre dicho discurso, partiendo, como siempre, de que no hay defensa de la Patria ni destino digno posible para los argentinos si no combatimos la dependencia, esta se expresa tanto en nuestro reclamo por las Islas Malvinas a la vez que beneficiamos empresas inglesas como en el modelo extractivo y la falta de desarrollo nacional que beneficia a empresas transnacionales y se sostiene en una economía cada vez más extranjerizada. Claramente si frente a esto la presidenta llama "trenes argentinos" a los fabricados en China y se desconoce absolutamente que estas compras, personalizadas en la figura del Ministro Florencio Randazzo, se vienen haciendo "por necesidad" y no por visión estratégica, necesidad que evidenció la Tragedia de Once, y que, además, son casi exclusivamente trenes de pasajeros y no los de trasporte de cargas, lo que trae aparejado sostener una cantidad de camiones circulando frente a los que no hay ruta que soporte y eso responde a beneficiar tanto el negocio de la venta de camiones como de las empresas que hacen el asfalto, esto contribuye claramente a producir una distorsión de la realidad con la intención de que renunciemos a la posibilidad de tener una visión estratégica y nacional tanto en el transporte de cargas como en el transporte público de pasajeros. Me pregunto por qué vamos a privarnos de este derecho. El carácter dependiente de nuestro país estuvo presente desde el inicio del discurso, con el tema del mal llamado "desendeudamiento" que oculta dos cuestiones: el pago de una Deuda que es ilegal, ilegítima y fraudulenta, y que, además, no pagarla era una de las banderas de los organismos de defensa de los Derechos Humanos ya que la misma fue contraída a costa de las vidas de nuestros familiares asesinados y desaparecidos. También se oculta lo que es hoy la Deuda Intra Estado que constituye la transferencia de la misma a organismos del estado representando un grave problema pensando en el futuro. Más gravedad reviste esta cuestión teniendo en cuenta que el antecedente de la Auditoría realizada por Rafael Correa en Ecuador facilitaba esta medida. Además, ya que la misma presidenta dice que lo fundamental es lo político y no lo económico, comenzar citando los elogios que nos dedica el Financial Times no es la mejor manera de comenzar un discurso, ni tampoco apelar a la responsabilidad de pagar lo que habían contraído otros, la responsabilidad, en todo caso es con la población que no viaja en avión, ni tiene acceso al procrear, ni puede ir de vacaciones. Esa es la deuda más real y legítima. La traducción de esto sería: somos un país dependiente y queremos seguir siéndolo. Estos son dos simples ejemplos de un panorama que podríamos continuar hablando de política energética, de YPF que no es "nuestra energía" sino una Sociedad Anónima que introduce una práctica extractiva altamente contaminante como el fracking en nuestro país, del derecho a la Educación que no representa sólo presupuesto (sea este suficiente o no), de la realidad de los que construimos la riqueza material y espiritual de nuestro país, es decir los trabajadores y trabajadoras que convivimos con la desigualdad entre nosotros, la precarización laboral y el desempleo, y así podríamos seguir ampliando la lista de temas. Recuperar el poder para ganar más democracia El poder no perdona los errores, el poder no respeta las buenas intenciones, por eso cuando se quiere reivindicar el sentido de lo político mediante la práctica son muchísimas las pruebas que hay que atravesar, muchísimas las pruebas y pocas las oportunidades. Y hay un camino que se pierde y debe ser recuperado en cada oportunidad que se desaprovecha por los motivos que sean. Sin echar culpas hay que ser plenamente consciente de esto. Luego de la rebelión popular y legítima del 2001, que aunque haya sido ayudada por personas que respondían a otros intereses nadie puede cuestionar esta popularidad y legitimidad, lo que llaman la "recuperación de la política" es en realidad la recuperación de las instituciones cuyo funcionamiento precisamente hay que cambiar tanto para lograr un país soberano, dueño de sus recursos naturales o bienes comunes, soberanía imprescindible para cuidar del medio ambiente y elegir un modelo de desarrollo que contemple los verdaderos desafíos a los que la humanidad se enfrenta, como para vivir con justicia social plena, cuidando de los más débiles, priorizando los niños y niñas y los adultos mayores, y con el derecho a una identidad cultural al servicio de las mejores aspiraciones comunitarias que no se dan la mano con lo banal y lo superficial ni con la exacerbación de la individualidad en perjuicio de lo comunitario. La alegría de un pueblo es para todos o no es alegría. Y no hay alegría sin justicia social plena. Esta recuperación de las instituciones es justamente lo que impide nuestra transformación en una sociedad mucho más democrática y participativa, con redistribución real de la riqueza y del poder para decidir qué queremos para nuestro país y que no se decida más desde intereses privados y extranjeros. Nuestro mayor desafío es ir contra un modelo cultural donde todo es negocio y en esto debemos ser implacables. Nuestra vida y la de los que nos siguen no debe ser negocio para nadie. Esto sólo puede lograrse con la participación de mayorías, por eso vamos caminando y no nos detendremos ya que es demasiado importante lo que están en juego y aquí no se rinde nadie. Laura García Vázquez