V铆speras del 1掳 de mayo
Aunque han puesto todos los recursos y esfuerzos en pulverizar la memoria, nuestros m谩rtires siguen all铆, como claros testimonios de que jam谩s se podr谩 naturalizar la opresi贸n y la injusticia en el seno del pueblo.
Por: Corriente Nacional emancipaci贸n Sur
El ejercicio de la memoria es el del hornero, que con el barro del pasado, produce los ladrillos de lo nuevo.
El pasado no interesa en cuanto arqueol贸gico, como pieza de museo, para reconstruirlo, sino que interesa para construir e interpretar el presente.
Pocas veces nos detenemos a considerar la memoria como un basti贸n de lucha, como un lugar en que se libra batallas tan importantes聽 como en las f谩bricas, en las calles, y en todo lugar donde聽 el grito y la sangra derramada conquistan derechos聽 e imponen justicia o sufren parciales derrotas.
Los europeos expulsados tras la derrota de La Comuna de Par铆s en 1871, llegaron a los EE.UU d谩ndole un impulso decisivo a una gesta largamente amasada con la memoria de su pasado revolucionario. Desde 1884 la clase obrera norteamericana se muestra en creciente movilizaci贸n. La memoria de La Comuna hac铆a su trabajo.
En Chicago, donde los obreros viv铆an en peores condiciones, alrededor de 80 mil obreros se lanzaron a las calles para conquistar la jornada de ocho horas. A pesar de las amenazas y el despliegue de las fuerzas represivas, las huelgas y movilizaciones continuaron los d铆as 2 y 3 de mayo.
El gobierno estadounidense desat贸 una caza de brujas contra los principales dirigentes obreros de las huelgas y movilizaciones, acus谩ndolos de haber lanzado una bomba que explot贸 contra la polic铆a e en la plaza Haymarket, y conden贸 a juicio a ocho de ellos. August Spies, Michael Schwab, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg, Albert Parsons, Samuel Fielden y Oscar Neebe fueron sometidos a un juicio fraudulento, orquestado por el gobierno, con testigos falsos y plagado de irregularidades. Uno de los fiscales, cuando se le argument贸 la inocencia de los acusados, confes贸: 鈥淟os colgaremos lo mismo. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios鈥.
El 11 de noviembre de 1887 A. Spies, G. Engel, A. Fischer y A. Parsons fueron ahorcados. Unos d铆as antes Louis Lingg se suicid贸 en su celda. Desde entones ellos son recordados como 鈥渓os m谩rtires de Chicago鈥, ejemplo de lucha y coraje de la clase trabajadora internacional. Los otros enjuiciados (Fielden, Schwab y Neebe), cuando la falsedad de los juicios no pudo ser sostenida, salieron luego de largos a帽os en prisi贸n tras una masiva campa帽a nacional e internacional, que produjo actos y medidas de lucha en todo el mundo para exigir su libertad y repudiar la ejecuci贸n de los cinco trabajadores.
En el Congreso de fundaci贸n de la Segunda Internacional celebrado en Par铆s en 1889 se hab铆a resuelto convocar a manifestaciones y m铆tines en todo el mundo, en una fecha fija, para que en todos los pa铆ses y en todas las ciudades a la vez, el mismo d铆a, los trabajadores salieran a las calles a reivindicar la lucha por la reducci贸n de la jornada laboral y la aplicaci贸n de las dem谩s resoluciones del Congreso Internacional de Par铆s. La fecha para la jornada de lucha internacional se tom贸 considerando la resoluci贸n de la Federaci贸n Americana del Trabajo y se acord贸 la organizaci贸n de las movilizaciones para el 1潞 de Mayo de 1890.
En Argentina el acto del 1潞 de Mayo de 1890 fue acordado entre socialistas y anarquistas. De ah铆 en m谩s una ola impresionante de luchas se suceden y que tienen en La Semana Roja de 1909 un hito hist贸rico para el movimiento obrero. El acto de la FORA fue reprimido por la polic铆a bajo las 贸rdenes del Coronel Ram贸n Falc贸n, dejando doce obreros muertos. En respuesta, la FORA y la UGT, con el apoyo del Partido Socialista, llamaron a la huelga general por tiempo indeterminado. La respuesta fue contundente: Buenos Aires y varias ciudades quedaron completamente paralizadas durante una semana. El 4 de mayo se realiz贸 el entierro de los muertos con una asistencia de 300.000 personas. El d铆a 8 de mayo la huelga continuaba y el gobierno finalmente acept贸 negociar. Por primera vez en la historia de las huelgas generales un gobierno pact贸 con los obreros. El 28 de abril de 1930, el presidente Hip贸lito Yrigoyen decidi贸 instituir el 1掳 de mayo como 鈥渇iesta del Trabajo en todo el territorio de la Naci贸n鈥, porque seg煤n los considerandos 鈥渆s universalmente tradicional consagrar ese d铆a como descanso al trabajo鈥. Sin embargo los hechos transcurridos durante el gobierno de Hip贸lito Irigoyen, como la Semana Tr谩gica de 1919, o el movimiento huelgu铆stico organizado por los sindicatos de trabajadores rurales y portuarios de la Patagonia en 1920 y 21, se enmarcan en un contexto de ascenso de la lucha obrera.
En las d茅cadas siguientes el movimiento obrero argentino comenzaba a preparar grandes estructuras sindicales capaces de negociar con las organizaciones empresariales y el gobierno. En un segundo momento de salto cualitativo, la clase obrera argentina deje de ser un actor marginal del proceso hist贸rico, para convertirse en un protagonista decisivo. Es a partir de la reestructuraci贸n del sindicalismo por rama de producci贸n que logra concentrar un enorme poder de fuego sobre la clase dominante. Los sindicatos aparecieron con un n煤mero menor y m谩s cohesionados, a diferencia de la gran cantidad de organizaciones dispersas que caracterizaba hasta entonces al sindicalismo por oficio y por especialidad que era la base de la FORA.
En estas condiciones se prepara el acto del 1掳 de Mayo de 1939 que marcar谩 un segundo hito en la historia del movimiento obrero.
En un gesto sin precedentes, la CGT convoca alrededor suyo a los dem谩s sectores populares, a los partidos socialista, radical, dem贸crata progresista y comunista, y al movimiento estudiantil, a compartir el acto y la tribuna, bajo la conducci贸n de la CGT.
El resultado fue una manifestaci贸n sin precedentes, que convoc贸 a m谩s de 160.000 personas. Desde la tribuna se lanza un programa que contiene por vez primera objetivos pol铆ticos y que durante el gobierno de Juan Per贸n, como columna vertebral del Justicialismo, el sindicalismo聽 las ve cristalizar en las tres banderas: Soberan铆a pol铆tica; independencia econ贸mica y justicia social.
Despu茅s de la dictadura fusiladora del 55, la etapa de la resistencia que se prolonga hasta los primeros a帽os 70. En ella alcanza el punto m谩s alto en que el movimiento obrero organizado plantea una transformaci贸n radical del sistema: El programa de La Falda, de Agosto de 1957, y el de Huerta Grande de Junio de 1962, antecedentes del programa del 1掳 de Mayo de 1968, que se public贸 en el primer n煤mero del peri贸dico de la CGT de los Argentinos, expresa la lucha con un claro car谩cter emancipador. La represi贸n inimaginable que luego se desat贸 dio inicio un cambio profundo. El desarrollo industrial como principal motor de la acumulaci贸n del capital, deja paso al dominio del capital financiero. El Cordobazo es una bizagra de cuerpo y sangre obrera que marcar谩 las nuevas generaciones.
Las luchas obreras por las ocho horas de trabajo y sus m谩rtires, que recordamos hoy, se profundizaron y extendieron a lo largo del siglo xx. Esa historia que con tanto esmero la clase dominante ha trabajado para borrarla sigue palpitando en los corazones de nuevas generaciones de trabajadores para enfrentar los desaf铆os de nuestro presente.