Tanto los 205 años transcurridos desde la revolución de mayo como los últimos 12 años de esta Argentina gobernada por el denominado “kichnerismo” son perspectivas desde donde preguntarnos qué sucede hoy con las causas emancipadoras...
Por: Laura García Vazquez - Emancipación Sur
Tanto los 205 años transcurridos desde la revolución de mayo como los últimos 12 años de esta Argentina gobernada por el denominado “kichnerismo” son perspectivas desde donde preguntarnos qué sucede hoy con las causas emancipadoras y con el destino de nuestro país, unido desde siempre y para siempre con el resto de países hermanos de Latinoamérica.
Nuestro territorio posee dos condiciones históricas imprescindibles de relacionar: una, que la colonización produjo el genocidio más grande de la historia de la humanidad y también el más silenciado, silencio relacionado a la dominación cultural producida por Europa como sinónimo de occidental y cristiano y como modelo excluyente de progreso de la humanidad. Todas afirmaciones puestas muy en duda, afortunadamente, hoy en día. La segunda cuestión es la que separa Latinoamérica de Estados Unidos y Canadá, tiene que ver con una historia en común vivida por todos los países que con sus más y sus menos hemos protagonizado historias paralelas y similares a diferencia de Estados Unidos, que se convirtió en al país potencia mundial dominante que como toda potencia sostiene ese lugar a costa de saqueos de todo tipo y por supuesto de innumerables acciones militares con todas las muertes que esto ha ocasionado y sigue ocasionando aún hoy en día. Concretamente me refiero a que los países latinoamericanos hemos luchado contra el colonialismo y en el presente contra el neocolonialismo pero no nos hemos transformado en países dominantes de otros países. Personalmente considero que estas dos condiciones de nuestro pasado favorecen hacia el futuro nuestra integración y nuestra emancipación real con el objetivo de terminar con el saqueo actualmente encarnado en el sistema extractivo agro-minero exportador.
No todos los personajes históricos de la Revolución de Mayo pensaban igual, y con respecto a los pueblos indígenas se destacaron por hechos concretos Mariano Moreno quien en 1802 dedicó su primer escrito a denunciar la servidumbre a que eran sometidos, Juan José Castelli quien declaró en Tiahuanaco el 25 de mayo de 1811 la libertad de los “indios”. Y si nos extendemos al hermano país de Uruguay, José Artigas los integró activamente como parte de su movimiento de liberación. Lamentablemente estos ejemplos no fueron los ganadores de la historia pero sí es esperanzador tenerlos como referencias de un pensamiento emancipatorio que abarca las naciones, los territorios, las sociedades, los continentes, en definitiva: la humanidad entera.
Sin independencia real no habrá fin del hambre, no habrá niñez con derechos plenos, no habrá cuidado del medioambiente, ni salud, entendida como “ un estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia” . Esa es la realidad de nuestro país dependiente, por eso cobra vital importancia relacionar esta dependencia, las mejores aspiraciones de las causas emancipadoras y el mecanismo de la deuda, que aunque tenga características distintas nos sigue condicionando las políticas públicas, de ahí, de esta dominación y del saqueo de las empresas transnacionales emana un modelo que apunta al consumo en su peor versión: el consumismo, que más que con derechos y calidad real de vida tiene que ver con grandes negocios para unos pocos.
Por todo esto es importante la convocatoria a la Conferencia Internacional Deuda, Bienes Comunes y Dominación, Resistencias y Alternativas hacia el Buen Vivir que se realizará del 3 al 5 de junio de 2015 en la ciudad de Buenos Aires y que en la misma señala: “Los problemas del endeudamiento público, la dependencia y la dominación imperialista, especialmente considerando que el sistema de la deuda está asociado al modelo productivo y de desarrollo, son ejes comunes y centrales del empobrecimiento, la desigualdad y el saqueo en toda América Latina y el Caribe como en otras regiones. Estamos convencidos del costo social, ecológico y democrático de pagar sistemáticamente una deuda que es además ilegítima, ilegal, odiosa e impagable, por lo que insistimos en la necesidad de reforzar las resistencias y la construcción de alternativas para recuperar soberanía y ejercer nuestro derecho a la autodeterminación en defensa de nuestras vidas y bienes comunes.”
Repensar la Emancipación es integrar con todos los derechos a los pueblos indígenas u originarios al modelo productivo que propongamos, sin que esto signifique un retroceso como algunos pueden verlo sino que en la práctica podamos desterrar y prohibir todas las técnicas extractivas altamente contaminantes. Sin extremismos pero con responsabilidad hacia las próximas generaciones que necesitan justamente lo que no se compra para vivir: el sol, la tierra, al agua y el aire. Esto debe transformarse en más que una propuesta de organizaciones sociales, políticas, sindicales, ambientales y culturales, debe ser la lucha de un pueblo unido defendiendo sus bienes, sus pertenencias, y lograrlo es el desafío de este siglo XXI.