El encabezado responde al título de la primera película sobre la megaminería en Andalgalá, Catamarca.
Asecho, así escrito, significa “engaño para producir daño”
El nuevo “asecho” al Pueblo argentino, tiene nombre y apellido, se llama Vaca Muerta. Hoy se anuncia con bombos y platillos lo que sería un nuevo engaño. Cuando se caiga en la realidad de lo que significará en un futuro no muy lejano, como siempre será tarde, el daño al Pueblo y a la Madre Tierra ya será un hecho irreversible.
Lo que afirmamos no es novedad en cuanto a lo dañino que ha sido en otras latitudes el fracking, la metodología que se utiliza en Vaca Muerta. Lo que sí debe considerarse “novedoso” es la velocidad de resolución con que el Gobierno de Cambiemos, de la mano del ex CEO de Shell Juan José Aranguren, les hizo el campo orégano a las grandes compañías petroleras. Por un lado se eliminaron los derechos de exportación –retenciones- al petróleo y por otro, en continuidad, se liberó de la obligación de liquidar las divisas de las exportaciones. Esto significa, lisa y llanamente, aceptar sin cortapisas, claudicar, entregarse a las exigencias de los grandes grupos financieros.
Los bienes comunes, en este caso el gas y el petróleo, dejarán de ser comunes para quedar a disposición total de las petroleras.
Se celebra como si esta nueva realidad cambiará el futuro próximo. La realidad será muy otra. La conclusión del proceso nos volverá a recitar a Atahualpa Yupanqui: “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”
Se celebra como un éxito el acuerdo múltiple de la Nación, Neuquén y los trabajadores. Se celebra que se sacaron los alambrados, hay que abrir todas las puertas, las tranqueras, para que “el progreso” al fin llegue por esas tierras.
Lo que ninguno de los que celebran podrá sostener, es que los pueblos no serán atropellados en sus personas y en sus bienes; que no serán avasallados en sus culturas; que la explotación frackinera arrase con la explotación agrícola del Alto Valle, haciendo que sus peras y manzanas pasen a ser un recuerdo del pasado junto con las colonias agrícolas con todas sus historias y orgullos; que el agua, siempre el agua, pase a ser cada vez más escasa y solo disponible para las petroleras; que la vida, la vida cotidiana, solo será solventada por quienes tengan ingresos “petroleros”, siendo en general los ocupados por la industria, foráneos a la zona, expulsando a las pobladores originales que terminarán hacinadas en centros urbanos en condiciones infrahumanas.
Los que celebran no lo podrán hacer porque son parte del nuevo engaño al que se somete al Pueblo. El asecho pergeñado, el engaño para producir daño, implica mentir de entrada, asegurando un futuro rosa que jamás se verificará. Mienten porque están ocultando que han claudicado ante los poderosos. Claudicación que, como después nos muestra la historia, nunca es gratuita, con plena seguridad la claudicación a algunos de sus actores les cambiará su suerte económica.
Esta claudicación es la continuidad del contrato entre YPF y Chevron. Este contrato nunca quedo esclarecido y por lo poco que se supo, es un escándalo jurídico que incluye hasta la creación de empresas off-shore para disfrazar la operatoria.
No solo es la continuidad, sino la profundización hasta lo inimaginable de la dependencia, de la entrega y de la rendición: el petróleo a disposición de las petroleras. La pregunta que nadie va a contestar es ¿a cambio de qué?
Nos van a volver a tratar de engañar. Más trabajo y progreso económico. La realidad demostrará hasta el hartazgo que la única realidad es y será aquella que no podrán contestar ni ocultar.
El saqueo fue y es la constante de nuestro país. Lo fue en el pasado reciente, hay que recordar las cenas en el Consejo de las Américas con el pope de la megaminería, con Rockfeller y Condolesa, con Monsanto y las agroexportadoras y lo es hoy con esta “novedad”.
Solo nos quedan muy pocas cosas. Habrá que preguntarse por los acuíferos, en particular el Guaraní y por las tierras, recordando que la ley actual permite la compra por parte de extranjeros de cantidades importantes.
Nuevos “asechos” nos esperan, de la mano de una burocracia política que recita un discurso a favor del Pueblo, pro que en realidad son súbditos de los poderosos.
Cada vez más, a consecuencia de esos “asechos”, seguiremos cantando como una letanía “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”. Pero también sabemos de la resistencia de los pueblos que luchan contra el saqueo y la entrega, y ésto es siempre una esperanza. Hoy más que nunca debemos fortalecer estas luchas y otras, porque no hay tiempo para esperar, porque se trata de la soberanía y fundamentalmente de la vida y futuro de nuestros hijxs.