Hoy se cumple un año de la partida hacia algún lugar, de Fabián Tomasi.
Lo primero, es volver a agradecerle a este tipito, haberse puesto al hombro de un cuerpito consumido por la avaricia de los multiplicadores de dolor y muertes (corporaciones, gobiernos, productores, etc.), una batalla muy despareja, pero que sin dudas vamos a ganar.
Lo segundo, es volver a decir una y mil veces, Fabián NO ES UN CASO AISLADO.
Desde hace algo más de 20 años, los campeones de la insensibilidad vienen profundizando un modelo de saqueo, concentración, expulsión, contaminación y muerte.
En el camino, muchos Tomasi.
Y tendremos muchos más, si seguimos perdiendo tiempo en discusiones planteadas por un grupo menor de dirigentes polÃticos, y reproducidas por los medios, para que creamos que ahà está lo importante.
Terminar con este modelo "genocida y ecocida" es lo más importante y urgente.
Lo tercero, es invitar a leer las palabras de Patricio Eleisegui:
Mirá lo que lograste: carta a Fabián Tomasi, a un año de iniciado su viaje (Por Patricio Eleisegui)
Buenos Aires, 7 de septiembre de 2019
Quién sabe qué dirÃas respecto de estas lÃneas póstumas.
¿ReirÃas porque te saliste con la tuya en ese pedido, aquel que me hiciste hace más de 7 años, de no olvidarte? ¿Me preguntarÃas por qué te saqué tan cabezón en la primera tapa de "Envenenados"? ¿O hablarÃamos de esos paisajes y lugares que te hubiese gustado conocer?
Repaso lÃneas, conversaciones, cosas que he anotado: tu historia en la mÃa.
Vuelvo a un primer email: "Estimado Patricio, con gusto contribuiré con su investigación...". Remitido desde la casilla de Fabián Carlos MarÃa Tomasi. Contundente como cada una de las certezas que encarnaste. Porque sÃ: lo tuyo fue narrar desde el cuerpo.
Doy vueltas sobre la hoja. Escribo una frase, descarto veintitrés.
Hace un año decidiste que ya habÃa sido suficiente. Rememoro: cuando nos conocimos, allá por el 2012, me contaste que tu pronóstico de vida era de 6 meses.
"Mirá lo que lograste", bromeé una vez en tu casa -siempre hogar- en Basavilbaso, mucho tiempo después. "Mirá lo que lograste, Fabián". Moviste la cabeza en negativa. Relativizar la trascendencia de los gestos que promoviste en defensa de los fumigados siempre fue uno de tus hábitos cotidianos.
Te habÃa caÃdo en compañÃa de unos italianos locos, llegamos tapizados de barro, y privilegiaste la calidez del anfitrión antes que el detalle de tu condición de afectado y emblema de la resistencia. Sólo se te escurrió un poco la sonrisa cuando notaste que nos habÃamos despachado cierto licor de mandarinas.
Me lo echaste en cara después. Como otra vez que caà en tu casa a cualquier hora de la tarde y devoré quién sabe qué cantidad de sandwichs de mortadela. "Te perdiste el asado", me gozaste. Esa casa colorida, la tuya, parecÃa y parece no tener puertas: abierta para quien se acerque. Con obligación de volver, por supuesto.
Repaso esas charlas de nuestro tiempo del conocernos. La preocupación por el futuro de Nadia, tu hija. La situación de Roberto, tu hermano en silla de ruedas tras un accidente de servicio militar en la Patagonia. Siempre dijiste que el cáncer de hÃgado que terminó apagándole la vida también resultó consecuencia de las fumigaciones.
"Pirulo", tu papá. "Se lo llevó la tristeza", me confiaste una vez. Bety, tu mamá. Nélida Beatriz Obispo. Bety y sus manos limpiando ese cuerpo, el tuyo, que de un dÃa para otro pasó de la robustez de los 80 kilos a sólo 40. Bety y las heridas en los pies de ese hijo, vos mismo, hecho testimonio vivo de la muerte cuando llega por goteo.
Por decantación.
"¿A vos te parece que ella me tenga que estar cuidando a m� Es la única que jamás me soltó la mano. Ella y mi hija". Te escuché sin saber qué decir, como siempre.
Hoy me pregunto: ¿deberÃa volver a contar tu historia, lo que ocurrió? ¿te parece? Después pienso en cómo hice en su momento. Tremendo atrevimiento el mÃo: con el tiempo entendà que sos inabarcable.
Ensayaré un punteo pensado para los recién llegados a esta, mi carta a Fabián Tomasi a un año de iniciado su viaje:
"Empleado de la compañÃa de fumigaciones Molina & Cia. SRL a partir de 2006, trabajó durante años cargando con agrotóxicos sendos aviones pulverizadores. En campos en torno a Basavilbaso, su ciudad, natal, Tomasi manipuló glifosato, 2,4-D, endosulfan, atrazina y clorpirifos, entre otros plaguicidas.
También ejerció labores de 'banderillero', esto es, persona apostada en un lote con una bandera o trapo de color cuya función es la de marcarle al piloto el inicio y final de la zona a pulverizar con el avión. En más de una ocasión, Fabián detalló cómo las aeronaves lo bañaron completo con esos venenos.
En 2007, Tomasi comenzó a perder peso de forma vertiginosa y a sufrir sangrado en los dedos de las manos y distintas lesiones en los brazos. El doctor Roberto Lescano certificó que todo se debÃa a la contaminación con agrotóxicos.
En el transcurso de ese mismo año, distintos médicos le diagnosticaron intoxicación por plaguicidas, agravamiento de una diabetes crónica y un mal conocido como 'Enfermedad del zapatero' producto de la interacción con solventes. La dolencia en cuestión genera daños irreparables en el sistema nervioso periférico.
En 2008, Fabián dejó de caminar. Desesperados, sus padres le dieron cobijo en el hogar familiar mientras se sucedÃan los chequeos médicos en Basavilbaso y Buenos Aires. En ese contexto, Tomasi puso en marcha los trámites para jubilarse por PAMI. Más de veinte médicos lo revisaron y coincidieron en pronosticarle seis meses de vida.
En ese lapso, Molina & Cia. SRL. -que actualmente continúa operando en Entre RÃos- migró sus operaciones fuera del pueblo de Fabián.
Por acumulación de lÃquido en una rodilla, se le practicó una biopsia en el hospital público de Basavilbaso. Le extrajeron más de un litro de una sustancia blanca. Nunca se supo el resultado de ese estudio.
'También me sacaron paredes de calcio de las piernas, los codos. El organismo reacciona frente al veneno generando más y más calcio. Además, empiezo a tener problemas hormonales y me aparece un exceso de vello'.
Meses más tarde, un tratamiento a base de procaÃna implementado por el doctor Jorge Kaczewer le permitió volver a caminar. Con el correr de los años, el deterioro de Fabián fue acrecentándose. La regresión muscular se volvió más pronunciada.
Hacia 2017 se intensificaron las complicaciones para caminar y se sumaron problemas respiratorios constantes y cada vez más graves. Nuevamente, los médicos coincidieron en que sus dolencias eran consecuencia probada e indiscutible de la contaminación con agrotóxicos."
¿Cuánto de todo estoy contando?, me pregunto. Cuando uno narra se toma el atrevimiento de comprimir universos, cree que capta lo significativo. Pero la sÃntesis atrevida por lo general no perdura. Hoy lo noto, en esta remembranza acotada del Fabián Tomasi que conocà y el mito que nació al mundo en septiembre del año pasado.
Que sigue contagiando compromiso y mantiene la costumbre de alumbrar conocimiento. Que es testimonio de verdad y excede al oportunismo de muchos que, nulos de moral, ahora repiten su nombre y con Tomasi entre nosotros hicieron culto entusiasta al ninguneo.
Te comento, Fabián: a veces, muchas, pienso que voy a soñarte. Y que en ese estado vas a contarme cómo se ve todo desde la eternidad. O, mejor dicho, cómo ves a quienes te conocimos y entendimos de grandezas y dignidades a través de tu sacrificio.
Son tiempos ingratos, otra vez. Pero qué puedo decirte yo ¿no? A vos, que pagaste con vida el sueño dorado de los personajes y entidades sórdidas que deciden nuestro tiempo.
A vos, que entendiste a la perfección que una vÃctima puede devenir en el mejor ejemplo. Y asà fue que lo encarnaste. Siempre el cuerpo, Fabián. Siempre tu cuerpo.
Hoy recuerdo lo que aconteció hace un año. Cuando decidiste que ya habÃa sido suficiente. Que tu tarea entre nosotros se completaba con un para siempre.
Un año después, sigo mencionándote en presente.
Me pediste que no te olvide.
Nos pediste.
Ahora, desde donde me toca estar, vuelvo a abrazarte despacio como aquella última vez en tu casa siempre hogar. Y de forma increÃble siento que al apoyarme en tu hombro ya no siento eso que se quiebra adentro. Eso que muchos llamamos adiós.
Desde vos como verdad que trasciende; como bandera que reclama vida buena para todos, el recuerdo contagia fortaleza. Sin romperme, amigo querido, puedo decirte otra vez desde el abrazo, con un hilo de voz al oÃdo: "Mirá lo que lograste, Fabián".