Hace meses nos preparamos para encontrarnos en Buenos Aires, denunciar que somos zona de sacrificio, las estrategias para imponernos el saqueo y la contaminación y escuchar las víctimas de este sistema.
Por causas de público conocimiento, ajenas a nuestra convocatoria, la Marcha programada deviene protesta de otro tipo.
Hoy vemos con claridad que el mundo ha sido sacrificado.
En esta etapa del Capitalismo, las víctimas no se contagian, las multiplica la dictadura transnacional extractivista sin ningún tipo de prohibición.
Mientras discutimos los orígenes de la pandemia de Coronavirus, vivimos una realidad tan o más grave y que los gobiernos no pueden esconder más. La manipulación de la naturaleza aniquiló los ecosistemas. Nos fumigan, perforan la tierra, elaboran sustancias o materiales con químicos, imponen obras faraónicas y actividades económicas sin licencia social, y de esa manera envenenan el subsuelo, el agua y el aire. Matan seres humanos, animales y plantas y por ende nuestra cultura, nuestra historia, nuestra espiritualidad y nuestro futuro.
La sobreexplotación de la naturaleza y su transformación en mercancías como gas, biogás, petróleo, madera, minerales, etc., ha puesto en peligro nuestra propia existencia.
La alarma y la conciencia que hoy tenemos con respecto al peligro que corre nuestra vida por un virus, es la alarma que sufrimos día a día en cada uno de nuestros territorios.
Antes como pueblos originarios éramos cazados por el oro, hoy además nos matan dejándonos sin tierra, comida ni agua
Antes quienes pensábamos diferente éramos “chupados”, torturados y desaparecidos, ahora nos silencian judicializándonos, reprimiéndonos, encerrándonos y matándonos con mano de obra parapolicial a sueldo.
El extractivismo capitalista y sus industrias derivadas nos han enfermado con
glifosato y plomo en sangre, con la proliferación del dengue, el sarampión, y ahora
la gripe coronavirus, sin remediación ni respuesta justa. A esto se suman las
muertes por desnutrición y un sistema de salud público en emergencia y ciego, que
ni siquiera puede reconocer esta realidad como problema, ni posee estadísticas de
patologías, afectados y fallecidos.
Los muertos y enfermos de hoy son los mismos de ayer: los desprotegidos por el
estado como los adultos mayores, las villas o pueblos sin agua potable, los
enfermos crónicos, los trabajadores precarizados, los pueblos originarios con sus
bosques devastados, o los que vivimos cerca de las industrias envenenadoras que
nos condenan a una muerte lenta y destruyen nuestro entorno.
Este genocidio silencioso no debe ser naturalizado NUNCA MÁS
Gradualmente han cercenado el buen vivir y las libertades democráticas bajo un
sistema de control. Nunca arriesgaríamos a uno de nuestros hermanos de lucha,
por eso encontraremos otras vías para denunciar y expresar con fuerza:
JUICIO Y ENCARCELAMIENTO A LOS TERRICIDAS, ECOGENOCIDAS,
AGUACIDAS.
La deuda es con el pueblo.
Por la libertad de expresión. No a la criminalización de la protesta.
Por el derecho a la vida muy pronto seremos millones en las calles. El agua no se
vende, se defiende
El poder es legítimo cuando es por consenso de los pueblos, no con gobiernos
corruptos.
Jallalla Pachamama!
Kausachún!
Marici weu!
Jonkonunkuy!
Jarumá!
CaminChingaHan! 

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